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David Bonilla, master of A&R, vuelve al blog para escribir sobre el disco apocalíptico de Andrés Calamaro, un artista con el que ha trabajado intensamente desde hace más de 20 años.
El 13 de noviembre de 2000 El Salmón se transformó en 5 rodajas con 103 canciones.
Los meses previos fueron de una gran intensidad. Andrés vino a las oficinas de DRO en Francisco Remiro a enseñarnos su “salmón”. Era una selección de lo que llevaba creando en los últimos meses. Eran 15 CDs con 22 canciones cada uno.
Todo provenía de un equipo de cuatro pistas portátil, que grababa en cassettes, que había viajado de Buenos Aires a Madrid varias veces ese año. Andrés estaba en estado de gracia. Sus días duraban semanas, y su creatividad no tenía límite. No había distracciones. Ni siquiera escribía las canciones, directamente pasaban de su interior al cuatro pistas. El tiempo se detenía mientras sus canciones corrían una detrás de otra.
Escuchamos 330 canciones, pero quizá habría 500, o mil, o más… era una ola gigante llena de música. Desde lo más bizarro hasta lo más bello.
Nos empeñamos en convencerle de volver a grabar con su banda una selección de canciones. “Revolución turra”, “Rumbo errado”, “El salmón”… y lo hizo…En un par de días en los estudios Sintonía regrabó diez de esas canciones, algunas de las cuales acabaron en “El salmón” y otras fueron derrotadas por las versiones crudas y ásperas grabadas en su cuatro pistas.
Si el Dodge de Joe Strummer ha merecido un documental, qué no merecería la búsqueda del grabador de cuatro pistas de Andrés.
“El salmón” es una obra inacabable, en cada escucha descubrimos nuevos detalles, canciones, letras, sonidos, que hacen de este álbum una enciclopedia del rock. También tenemos que decir que no es recomendable escucharlo entero del tirón. Poco a poco, entrar en su oscuridad para descubrir su luz.